¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO: LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…". "ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?. QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …” Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.

miércoles, 27 de febrero de 2013

CUARESMA, CONVERSIÓN Y PENITENCIA, SEGÚN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

«Por tanto, amados hermanos, lo que cada cristiano ha de hacer en todo tiempo ahora debemos hacerlo con más intensidad y entrega, para que así la institución apostólica de esta cuarentena de días logre su objetivo mediante nuestro ayuno, el cual ha de consistir mucho más en la privación de nuestros la vicios que en la de los alimentos.

»Junto al razonable y santo ayuno, nada más provechoso que la limosna, denominación que incluye una extensa gama de obras de misericordia, de modo que todos los fieles son capaces de practicarla, por diversas que sean sus posibilidades».
 (San León Magno).

«Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores «el saco y la ceniza», los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia2».
(Catecismo de la Iglesia Católica, n.1430).

«La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron «animi cruciatus» (aflicción del espíritu),
«compunctio cordis» (arrepentimiento del corazón).»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1431).

«La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna3, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo4, la intercesión de los santos y la práctica de la caridad «que cubre multitud de pecados»
(1 P 4, 8).»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1434).

«La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho5, por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia6
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1435).

«Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella
se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios;
por ella son alimentados y fortificados los que
viven de la vida de Cristo;
"es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas
y nos preserva de pecados mortales".»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1436).

«La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia
de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto
o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados».
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1437).

«El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada «del hijo pródigo», cuyo centro es «el padre misericordioso» (Lc 15, 11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos éstos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1439).

2Cf Jl 2, 12-13; Is 1, 16-17; Mt 6, 1-6.16-18; 3Cf Tb 12,8; Mt 6, 1-18
4St 5,20;  5Am 5, 24; Is 1, 17;  6Lc 9, 23

LA CUARESMA EN LA FE DE LA IGLESIA (CONCILIO VATICANO II Y OTROS)

«Así pues, amadísimos, si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de caridad, estos días cuaresmales nos invitan a ello de un modo más apremiante; si deseamos llegar a la Pascua santificados en el alma y en el cuerpo, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en sí todas las otras y cubre la multitud de los pecados.
»Por esto, ya que nos preparamos para celebrar aquel misterio que excede a todos los demás, en el que la sangre de Jesucristo borró nuestras iniquidades, dispongámonos mediante el sacrificio espiritual de la misericordia, de tal manera que demos de lo que nosotros hemos recibido de la bondad divina, aun a los mismos que nos han ofendido». (San León Magno).
 «Contra ellas (las fuerzas del mal en nosotros) se necesita la lucha permanente a que nos invita de modo particular el tiempo de Cuaresma, y tiene por finalidad el retorno sincero al Padre celestial, infinitamente bueno y misericordioso.
»Este retorno, fruto de un acto de amor será tanto más expresivo y grato a El cuanto más acompañado vaya del sacrificio de algo necesario y, sobre todo, de las cosas superfluas. A vuestra iniciativa se ofrece una gama vastísima de acciones, que van desde el cumplimiento asiduo y generoso de vuestro deber diario, a la aceptación humilde y gozosa de los contratiempos molestos que puedan presentarse a lo largo del día y a la renuncia de algo que sea muy agradable a fin de poder socorrer a quien está necesitado; pero sobre todo es agradabilísima al Señor la caridad del buen ejemplo, exigido por el hecho de que pertenecemos a una familia de fe cuyos miembros son interdependientes y cada uno está necesitado de la ayuda y apoyo de todos los otros. El buen ejemplo no sólo actúa fuera, sino que va a lo hondo y construye en el otro el bien más precioso y efectivo, que es el de la coherencia con la propia vocación cristiana.» (SS. Juan Pablo II).
«Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobretodo mediante el recuerdo o la preparación del Bautismo y mediante la Penitencia, dése particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo.»
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 109).
«La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles [...].
»Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el viernes de la pasión y muerte del Señor y aún extenderse, según las circunstancias, al sábado santo, para que de este modo se llegue al gozo del domingo de Resurrección con elevación y apertura de espíritu.»
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 110).
«La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres le quieren atribuir. Por eso Cristo ha vencido al Tentador en beneficio nuestro: «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado» (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 540).
«Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico
(el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia1. Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).»
 (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1438).
1 Cf SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883


ÚLTIMA AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA BENEDICTO XVI: TEXTO COMPLETO


VATICANO, 27 Feb. 13 / 08:42 am (ACI).- ¡Venerados hermanos en el Episcopado!

¡Distinguidas autoridades!

¡Queridos hermanos y hermanas!

Os agradezco por haber venido tan numerosos a esta última audiencia general de mi pontificado.

Como el apóstol Pablo en el texto bíblico que hemos escuchado, también yo siento en mi corazón el deber sobre todo de agradecer a Dios, que guía y hace crecer a la Iglesia, que siembra su Palabra y así alimenta la fe en su Pueblo.

En este momento mi ánimo se extiende para abrazar a toda la Iglesia difundida en el mundo y doy gracias a Dios por las "noticias" que en estos años del ministerio petrino he podido recibir acerca de la fe en el Señor Jesucristo y de la caridad que está en el Cuerpo de la Iglesia y lo hace vivir en el amor y de la esperanza que nos abre y nos orienta hacia la vida en plenitud, hacia la patria del Cielo.

Siento que he de llevar a todos en la oración, en un presente que es el de Dios, donde recojo todo encuentro, todo viaje, toda visita pastoral. Todo y a todos los recojo en la oración para confiarlos al Señor porque tenemos pleno conocimiento de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual, y porque podemos comportarnos de manera digna de Él, de su amor, dando fruto en toda obra buena (cfr Col 1,9-10).

En este momento, hay en mí una gran confianza, porque sé, sabemos todos nosotros, que la Palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, da fruto, donde esté la comunidad de los creyentes lo escucha y acoge la gracia de Dios en la verdad y vive en la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.

Cuando el 19 de abril de hace casi ocho años, acepté asumir el ministerio petrino, tuve firme esta certeza que siempre me ha acompañado. En aquel momento, como ya he dicho varias veces, las palabras que resonaron en mi corazón fueron: "¿Señor, qué cosa me pides?" Es un peso grande el que me pones sobre la espalda, pero si Tú me lo pides, en tu palabra lanzaré las redes, seguro que Tú me guiarás.

Y el Señor verdaderamente me ha guiado, ha estado cercano a mí, he podido percibir cotidianamente su presencia. Ha sido un trato de camino de la Iglesia que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos no fáciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca sobre el lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en los que la pesca ha sido abundante; y ha habido también momentos en los que las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir.

Pero siempre he sabido que en aquella barca está el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya y no la deja hundirse; es Él quien la conduce ciertamente también a través de hombres que ha elegido, porque así lo ha querido. Esta ha sido y es una certeza que nada puede ofuscar. Y es por esto que hoy mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios porque no ha dejado nunca que le falte a la Iglesia y también a mí su consuelo, su luz y su amor.

Estamos en el Año de la Fe, que he querido para reforzar nuestra fe en Dios en un contexto que parece ponerlo siempre más en segundo plano. Quisiera invitar a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, certeros de que esos brazos nos sostienen siempre y son lo que permite caminar cada día también en la fatiga. Quisiera que cada uno se sintiese amado por aquel Dios que nos ha dado a su Hijo a nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites.

Quisiera que cada uno sintiese la alegría de ser cristiano. En una bella oración que se recita cotidianamente en la mañana se dice: "Te adoro Dios mío y te amo con todo el corazón. Te agradezco por haberme creado, hecho cristiano…" Sí, estamos contentos por el don de la fe, ¡es el bien más precioso, que nadie nos puede quitar! Agradecemos al Señor por esto cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. ¡Dios nos ama, pero espera que también que nosotros lo amemos!

Pero no es solamente Dios a quien quiero agradecer en este momento. Un Papa no está solo en la guía de la Barca de Pedro, si bien es su primera responsabilidad, y yo no me he sentido solo nunca en llegar la alegría y el peso del ministerio petrino; el Señor me ha dado tantas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cercanas a mí.

Primero que nada a vosotros, queridos hermanos cardenales: vuestra sabiduría, vuestros consejos, vuestra amistad han sido para mí preciosos; mis colaboradores; comenzando por mi Secretario de Estado que me ha acompañado con fidelidad en estos años; la Secretaría de Estado y toda la Curia Romana, como también todos aquellos que, en diversos sectores, prestan su servicio a la Santa Sede: son muchos rostros que no aparecen, que se quedan en la sombra, pero en el silencio, en la dedicación cotidiana, con espíritu de fe y humildad han sido para mí un sostén seguro y confiable. ¡Un recuerdo especial para la Iglesia de Roma, mi diócesis!

No puedo olvidar a los hermanos en el Episcopado y en el presbiterado, las personas consagradas y todo el Pueblo de Dios: en las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, siempre he percibido una gran atención y un profundo afecto; pero también he querido a todos y a cada uno, sin distinción, con aquella caridad pastoral que da el corazón de Pastor, sobre todo de Obispo de Roma, de Sucesor del Apóstol Pedro. Cada día he tenido a cada uno de vosotros en mi oración, con corazón de padre.

Quisiera que mi saludo y mi agradecimiento alcanzase a todos: el corazón de un Papa se extiende al mundo entero. Y quisiera expresar mi gratitud al Cuerpo diplomático ante la Santa Sede, que hace presente a la gran familia de las naciones. Aquí también pienso en todos aquellos que trabajan para una buena comunicación y que agradezco por su importante servicio.

En este punto quisiera agradecer de corazón también a todas las numerosas personas en todo el mundo que en las últimas semanas me han enviado signos conmovedores de atención, de amistad en la oración. Sí, el Papa nunca está solo, y ahora lo experimento nuevamente de un modo tan grande que toca el corazón. El Papa pertenece a todos y a tantísimas personas que se sienten cercanos a él.

Es cierto que recibo cartas de los grandes del mundo: de los Jefes de Estado, de los jefes religiosos, de los representantes del mundo de la cultura, etcétera. Pero recibo también muchísimas cartas de personas sencillas que me escriben simplemente desde su corazón y me hacen sentir su afecto, que nace del estar juntos con Cristo Jesús, en la Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe por ejemplo a un príncipe o a un grande que no se conoce. Me escriben como hermanos y hermanas o como hijos e hijas, con el sentido de una relación familiar muy afectuosa.

Aquí se puede tocar con la mano qué cosa es la Iglesia: no es una organización ni una asociación de fines religiosos o humanitarios; sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de este modo y poder casi tocar con las manos la fuerza de su verdad y de su amor es motivo de alegría, en un tiempo en el que tantos hablan de su declive.

En estos últimos meses, he sentido que mis fuerzas han disminuido y he pedido a Dios con insistencia en la oración que me ilumine con su luz para hacerme tomar la decisión más justa no por mi bien, sino por el bien de la Iglesia. He dado este paso en la plena conciencia de su gravedad e incluso de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el coraje de tomar decisiones difíciles, sufrientes, teniendo siempre primero el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.

Aquí permítanme volver una vez más al 19 de abril de 2005. La gravedad de la decisión estuvo en el hecho que desde aquel momento estaba siempre y para siempre ocupado en el Señor. Siempre quien asume el ministerio petrino no tiene más privacidad alguna. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia.

A su vida se le retira, por así decirlo, la dimensión privada. He podido experimentar y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la vida justamente cuando la dona. Ya he dicho que muchas personas que aman al Señor aman también al Sucesor de San Pedro y le tienen afecto; que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas en todo el mundo, y que se siente seguro en el abrazo de su comunión; porque no se pertenece más a sí mismo, pertenece a todos y todos pertenecen a él.

El "siempre" es también un "para siempre": no se puede volver más a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no revoca esto. No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recibimientos, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que quedo de modo nuevo ante el Señor crucificado.

Ya no llevo la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, sino que en el servicio de la oración quedo, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, será un gran ejemplo de esto. Él ha mostrado el camino para una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios.

Agradezco a todos y a cada uno también por el respeto y la comprensión con la que han acogido esta decisión tan importante. Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con aquella dedicación al Señor y a su Esposa que he buscado vivir hasta ahora cada día y que quiero vivir siempre.

Les pido recordarme ante Dios, y sobre todo rezar por los cardenales llamados a una tarea tan relevante, y por el nuevo Sucesor del Apóstol Pedro: que el Señor lo acompañe con la luz y la fuerza de su Espíritu.

Invoquemos la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, para que nos acompañe a cada uno de nosotros y a toda la comunidad eclesial; a ella nos acogemos con profunda confianza.

¡Queridos amigos! Dios guía a su Iglesia, la levanta siempre también y sobre todo en los momentos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única y verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo. Que en nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, esté siempre la alegre certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, es cercano y nos rodea con su amor. ¡Gracias!

viernes, 15 de febrero de 2013

EL PAPA HACE PROFUNDA Y EMOTIVA REFLEXIÓN SOBRE EL CONCILIO VATICANO II EN LA IGLESIA

VATICANO, 14 Feb. 13 / 11:42 am (ACI/EWTN Noticias).-
 El Papa Benedicto XVI hizo hoy una profunda, extensa y personal reflexión sobre lo que significa el Concilio Vaticano II para él y para toda la Iglesia, un evento en el que él mismo participó como perito. Ante los cientos de sacerdotes y obispos auxiliares de la diócesis de Roma, de la que pronto será Obispo Emérito, el Santo Padre contó episodios poco conocidos de la historia de este acontecimiento.
El encuentro, realizado en el Aula Pablo VI en el Vaticano donde suelen ser las audiencias generales de los miércoles, comenzó con la melodía de la canción "Tu es Petrus" (Tú eres Pedro), acompañado de los aplausos de los presentes, a los que Benedicto XVI respondió: "gracias por su amor, su amor por la Iglesia y por el Papa, gracias".
"Es para mí un don especial de la Providencia que antes de abandonar el ministerio petrino, todavía puedo ver a mis sacerdotes, al clero de Roma. Es siempre una gran alegría ver cómo vive la Iglesia, como en Roma la Iglesia está viva: hay pastores que en el espíritu del Pastor Supremo guían al rebaño de Cristo", dijo el Papa.
"Es verdaderamente un clero católico, universal y esto se encuentra en la Iglesia de Roma en sí, que atrae la universalidad, la catolicidad de todas las naciones, de todas las razas, de todas las culturas".
El Santo Padre agradeció luego al Cardenal Agostino Vallini, Vicario General del Papa para la diócesis de Roma, quien "ayuda a despertar, a encontrar las vocaciones en la misma Roma, porque si Roma es parte de una universalidad, también debe ser una ciudad con su propia fe fuerte, en la que también nacen las vocaciones. Y estoy convencido de que con la ayuda del Señor, podemos encontrar la vocación que él mismo nos da, guiarlas, ayudarlas a desarrollarse y ser más útil en el trabajo en la viña del Señor".
El Papa recordó la figura de San Pedro, el primer Papa cuyos restos mortales yacen debajo de la Basílica del mismo nombre en el Vaticano, que acompaña a la Iglesia y a sus sucesores como Vicarios de Cristo en la tierra.
Benedicto XVI dijo que "aunque me retire ahora, en la oración estaré siempre cerca de todos ustedes y estoy seguro de que todos ustedes estarán a mi lado, a pesar de que para el mundo permanezca oculto".
"Al día de hoy, de acuerdo con mis condiciones de mi edad no pude preparar un discurso grande, como era de esperar, sino más bien pensé dar una pequeña charla sobre el Concilio Vaticano II, tal como lo veo".
El Concilio Vaticano II y Benedicto XVI
Sobre este tema, el Papa relató una historia poco conocida: "yo estaba en el 59 como profesor en la Universidad de Bonn (Alemania), a la que asistían estudiantes, seminaristas de la diócesis de Colonia y otras diócesis cercanas. Entonces, me puse en contacto con el Cardenal de Colonia, el Cardenal Frings. El cardenal Siri, de Génova, me parece que en el 61, había organizado una serie de conferencias con varios cardenales de Europa y del Concilio".
"Había invitado al arzobispo de Colonia a celebrar una conferencia. El título era: ‘El Concilio y el mundo del pensamiento moderno’. El Cardenal me invitó –al más joven de los profesores– para escribir un proyecto, el proyecto le gustó y propuso a las personas, en Génova, ese texto que yo había escrito".
"Poco después el Papa Juan (XXIII) lo invitó a venir y el cardenal estaba lleno de miedo de haber dicho tal vez algo incorrecto, falso y se temía una reprimenda, tal vez incluso que le privaran de la púrpura. Sí, cuando su secretaria le vistió para la audiencia, dijo: ‘tal vez es la última vez que me viste así’".
"Y entró el Papa Juan, fue hacia él, lo abrazó y le dijo: ‘gracias, Su Eminencia, usted ha dicho cosas que yo quería decir, pero no había encontrado las palabras".
"Así, el cardenal sabía que estaba en el camino correcto, y me invitó a ir con él al Concilio, por primera vez como su experto personal. En noviembre del 62, creo, fui designado perito oficial del Concilio".
Benedicto XVI recordó que "así nos fuimos al Concilio, no solo con alegría, sino con entusiasmo y expectativas. Era increíble la esperanza de que todo se iba a renovar, que era en realidad un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia, porque la Iglesia era todavía lo suficientemente fuerte en ese momento: la práctica del domingo seguía siendo buena, aunque las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa ya eran un poco más pequeñas, pero suficientes todavía".
"Y sin embargo se pensaba que la Iglesia está pasada, pero de nuevo se sentía la esperanza de que se iba a renovar, de que la Iglesia tendría de nuevo fuerza para hoy y para el mañana. Y entendimos que la relación entre la Iglesia y la edad moderna desde el principio fue un poco encontrada, desde el fracaso de la Iglesia en el caso de Galileo, y se pensó en corregir este mal comienzo y encontrar de nuevo la colaboración entre la Iglesia y las mejores fuerzas del mundo, para abrir el futuro de la humanidad, para abrir un progreso real".
El Santo Padre recordó asimismo que cuando se inició el Concilio no se limitaron a votar listas preparadas sino que se quería hacer textos propios: "no fue un acto revolucionario, sino un acto de conciencia, de responsabilidad por parte de los padres conciliares".
"Se inició una fuerte actividad de comprensión mutua. Se hizo habitual durante todo el período del Consejo celebrar reuniones pequeñas". De esta manera, se familiarizó con las grandes figuras como el Padre Henri de Lubac, Daniélou, Congar, y así otros más.
Los franceses y los alemanes, dijo el Papa, tenían muchos intereses en común, aunque con matices muy diferentes. Su primera intención parecía ser "la reforma de la liturgia, que había comenzado con Pío XII", quien ya había reformado la Semana Santa. La segunda intención fue a la eclesiología. La tercera, la Palabra de Dios, el Apocalipsis, y luego también el ecumenismo. "Los franceses, mucho más que los alemanes todavía tenían el problema de hacer frente a la situación de las relaciones entre la Iglesia y el mundo".
Benedicto XVI recordó luego que en ese entonces había casi dos liturgias paralelas: el sacerdote con los acólitos, que celebraba la Eucaristía según el Misal, y los laicos que rezaban la Misa con sus libros de oración.
El Santo Padre recordó las ideas esenciales del Concilio: el misterio pascual como centro de la existencia cristiana, y por lo tanto de la vida cristiana, como se expresa en la Pascua y el domingo es siempre el día de la Resurrección.
"Es lamentable que hoy en día se ha transformado en el fin de semana el domingo, mientras que es el primer día, es el principio ", afirmó y cuestionó "¿quién podría decir que entiende los textos de las Escrituras ahora, sólo porque están en su propio idioma?".
"Sólo una formación permanente del corazón y de la mente realmente puede crear inteligibilidad y la participación, que es más de una actividad externa, que es una combinación de la persona, de mi ser en comunión con la Iglesia y así en comunión con Cristo", explicó el Papa.
El Pontífice dijo además que en aquellos años creció la conciencia de que "la Iglesia no es una organización, algo estructural, legal, institucional, sino que también se trata de un organismo, una realidad viva, que entra en mi alma, para que yo mismo, con mi propia alma creyente, sea elemento de construcción de la Iglesia como tal".
La palabra "colegialidad" se usó "para expresar que los obispos, juntos, son la continuación de los Doce Apóstoles del cuerpo. Y así, sólo el cuerpo de los obispos, el colegio es la continuación del cuerpo de los Doce".
"Pareció a muchos como una lucha por el poder, y tal vez alguien pensaba en el poder, pero en el fondo no era el poder, sino la complementariedad de los factores y la integridad del cuerpo de la Iglesia con los obispos, sucesores de los Apóstoles como portadores, y cada uno de ellos es la columna vertebral de la Iglesia junto con este gran cuerpo".
Finalmente el Papa afirmó que "filológicamente en el Concilio aún no está totalmente maduro, pero es resultado del Concilio que el concepto de comunión se vuelve cada vez más una expresión del sentido de la Iglesia, de la comunión en diferentes tamaños, la comunión con el Dios Trino, quien es una comunión entre el Padre, el Hijo y Espíritu Santo, la comunión sacramental, comunión concreta en el episcopado y en la vida de la Iglesia".

COMPROMISOS PARA LA CUARESMA

1. Procura ser amable con las personas con quienes convives.

2. Haz un esfuerzo por dialogar en familia sobre aquellos asuntos que convienen al espíritu familiar.
3. Sé atento con tus semejantes. y si conduces, hazlo cristianamente.
4. Recorta las horas de televisión y amplia las de reflexión y oración.
5. Haz alguna lectura que te ayude a profundizar tu fe.
6. Controla tus apetitos: dulces, refrescos, tabaco, alcohol y sé más libre.
7. Dedica algún tiempo diario a la lectura de la Palabra de Dios.
8. Lucha contra el malhumor y la tristeza. Saborea lo bello de la vida.
9. Presta mayor atención a las personas que a las cosas. En especial quienes más lo necesitan: ancianos, enfermos, necesitados. Trátalos con cariño.
10. Comparte tu dinero un poco más con otros que tienen menos, a costa de caprichos, chucherías, aperitivos,  etc.
11. Mejora en el trabajo, consciente de tu ideal cristiano.
12. Cuida la naturaleza como don de Dios, evitando todo desorden.
13. Evita la crítica negativa, viendo y hablando de lo positivo que puedes descubrir en cada semejante.
14. Disminuye el consumo de alcohol y si alguien cercano se excede, ayúdale a planteárselo e intentar superar el vicio.
15. Fomenta la paz a tu alrededor. Prescinde de enfados, violencias, malos modales, groserías, insultos, etc.
16. Participa más en los actos y celebraciones de la Comunidad y de los Sacramentos.
17. Di la verdad. Habla claro, sin hipocresías ni mentiras.
18. Intenta hacer felices a los tuyos, con tus detalles y cariños.
19. Haz un propósito concreto, signo principal de tu ejercicio cuaresmal, de tu primera atención; y participa en todas las celebraciones de Cuaresma y Pascua.


HISTORIA DEL VIACRUCIS ¿QUÉ ES EL VIA CRUCIS?

"VÍA CRUCIS" son dos palabras latinas cuyo significado podría traducirse como "CAMINO DE LA CRUZ". Condenado a muerte y cargado del madero, que había de ser el instrumento de nuestra redención, Jesús hizo este itinerario de dolor desde el pretorio de Pilato hasta el monte Calvario (Mt 27, 22-61; Mc 15; Lc 23; Jn 19). Era el PRIMER VIERNES SANTO. Hoy, el recuerdo entrañable de estos momentos de la vida de Jesús se ha convertido en oración. El VÍA CRUCIS es, para muchos cristianos, un ejercicio de piedad lleno de contenido y de cariño agradecido. Consiste en seguir espiritualmente este mismo trayecto, deteniéndose ante 14 escenas o estaciones para meditar los sufrimientos de Jesucristo y unirse interiormente con Él.

La costumbre de rezar las ESTACIONES DE LA CRUZ posiblemente comenzó en Jerusalén. Ciertos lugares de la VÍA DOLOROSA (aunque no se llamó así antes del siglo XVI) fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos. Hacer allí las ESTACIONES DE LA CRUZ se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la época del emperador Constantino (Siglo IV).

Desde los primeros siglos los peregrinos de Jerusalén veneraban los lugares santos, especialmente el Gólgota y el Sepulcro. Según las revelaciones de Dios a Santa Brígida, luego de la muerte de Cristo, el mayor consuelo de su Madre era recorrer los lugares de aquel sagrado camino regados con la sangre de su Hijo. La imposibilidad de ir a Jerusalén o el deseo de recordar con frecuencia en su propia tierra los momentos de la Pasión, hizo nacer en la cristiandad diversas formas de representar aquellos lugares para ser recorridos en una especie de peregrinación espiritual.

Según la tradición, la Santísima Virgen visitaba diariamente las Estaciones originales y San Jerónimo, Padre de la Iglesia, escribió sobre la multitud de peregrinos de todos los países que visitaban los lugares santos en su tiempo.
Sin embargo, no existe prueba de una forma fija para esta devoción en los primeros siglos.
Desde el siglo doce los peregrinos escriben sobre la "VÍA SACRA", como una ruta por la que pasaban recordando la PASIÓN.

EL SANTO VIA CRUCIS

ORACIONES INICIALES

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.

Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICCIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

1ª ESTACIÓN: JESÚS SENTENCIADO A MUERTE
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Sentenciado y no por un tribunal, sino por todos. Condenado por los mismos que le habían aclamado poco antes. Y El calla...
Nosotros huimos de ser reprochados. Y saltamos inmediatamente...
Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

2ª ESTACIÓN: JESÚS CARGADO CON LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis dolencias, de mi soledad.
Dame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
                 
3ª ESTACIÓN: JESÚS CAE, POR PRIMERA VEZ, BAJO EL PESO DE LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos.
¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

4ª ESTACIÓN: ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia.
¡Ayúdame Madre!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

5ª ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A LLEVAR LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular. ¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo?
Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser Cirineo de los demás, la de ayudar a todos.
¿Cómo llevo adelante la realización de mi misión de Cirineo?

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

6ª ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el "qué dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti. Y en tantas otras ocasiones.

Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el "qué dirán".
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

7ª ESTACIÓN: SEGUNDA CAÍDA EN EL CAMINO DE LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Caes, Señor, por segunda vez. El Via Crucis nos señala tres caídas en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más.
Caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación?. ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda?

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Muchas veces, tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.
Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres.
Dame profunda gratitud y correspondencia a tu misericordia.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

9ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de fuerzas. Caes desfallecido, Señor.
Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz.
Dame, Señor, imitarte en esta tercera caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

10ª ESTACIÓN: JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas.
A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos. Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

11ª ESTACIÓN: JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro.


12ª ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias!
Has muerto por salvarme, por salvarnos. Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

13ª ESTACIÓN: JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí.
¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

14ª ESTACIÓN: EL CADÁVER DE JESÚS PUESTO EN EL SEPULCRO
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la Resurrección. Enséñame a ver lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que perdura. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro

ORACIÓN FINAL
Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede grabado en mí con marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, durante toda mi vida, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén.
Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén.